lunes, 29 de junio de 2009

¿Por qué mentimos?

Según la definición del diccionario, mentir es decir algo que no es verdad, con la intención de engañar. Es una acción voluntaria.
Sin embargo, no siempre mentimos con palabras, también podemos hacerlo con nuestro lenguaje no verbal, como por ejemplo, dando la impresión de que algo nos gusta, cuando no es así.

Es difícil decidir, como con muchas otras cosas, qué tanto mentimos por un factor genético y qué tanto lo hacemos por aprendizaje.

La realidad es que, desde muy pequeños, aprendemos que cuando mentimos, obtenemos algo positivo. Por ejemplo: el bebe llora cuando tiene hambre o está molesto y la mamá lo carga y lo atiende.
Poco después, el bebé aprende a llorar para que la mamá le preste atención y lo cargue
¿Está mintiendo?
La mamá interpreta el llanto, como que el bebé está molesto, pero él no tiene la consciencia suficiente para mentir, como tal.
Sin embargo, poco a poco se empieza a dar cuenta de que puede hacer cosas que dan un mensaje equivocado a la mamá (una mentira), para obtener lo que desea o evitar ciertas consecuencias.

Generalmente mentimos para evitar una responsabilidad o una consecuencia negativa (castigo, regaño, rechazo, crítica, etc.), para dar una imagen mejor de nosotros mismos (esto sucede sobre todo cuando nos sentimos inseguros o tenemos una autoestima baja), porque nos da la sensación de que somos más inteligentes que los demás (y esto nos genera una sensación placentera), por desinformación (no sabemos de lo que se está hablando, pero no queremos reconocerlo), para causar un daño (diciéndo algo que sabemos le va a doler, a la persona que lo escucha o va a influir negativamente en su conducta), para ser el centro de atención, para no causarle un dolor o daño a alguien que queremos, etc.
También podemos mentirnos a nosotros mismos y a los demás, ante la necesidad de no querer ver la realidad, tratando de escapar de algo que nos lastima.

El principal problema es que una mentira conlleva a otra y ésta a otra más y así sucesivamente, se mantiene un círculo vicioso.
Como consecuencia, la persona que miente, pierde credibilidad, los demás dejan de confiar en ella y, con frecuencia, el mentiroso acaba mintiendo constantemente, aun cuando no es necesario e incluso, puede llegar a creerse sus propias mentiras. Esto ya se considera un problema patológico.

No hay comentarios: